Inicio BARCELONA Ciudad y cultura DOMÈNECH I MONTANER, MODERNISMO EN FAMILIA

DOMÈNECH I MONTANER, MODERNISMO EN FAMILIA

De todos es sabido que l’Eixample es el barrio de Barcelona que más edificaciones modernistas concentra por metro cuatro. Quizás las de Antoni Gaudí sean las más mediáticas, pero existen otras muchas que no por menos populares, resultan menos interesantes. Hoy nos vamos a dar una vuelta por tres de ellas, todas obra de un mismo arquitecto y con las que les une algún que otro lazo familiar. El arquitecto es Lluís Domènech i Montaner y los edificios son: la sede de la antigua Editorial Montaner i Simon (actual Fundació Antoni Tàpies), el Palau Montaner y la Casa Thomas.

La Editorial Montaner i Simon

Nuestra primera visita la realizamos a la sede de la Fundació Antoni Tapies, un edificio de obra vista que seguro que más de una vez te debe haber llamado la atención al pasar frente a él, en el número 255 del carrer Aragó. Ese llamativo edificio, tanto por su fachada de obra vista como por el entramado de alambres que lo coronan, no es más ni menos que la antigua sede de una de las editoriales más prestigiosas de finales del siglo XIX y de las primeras décadas del XX.

Fachada de la antigua sede de la Editorial Montaner i Simon

La Editorial Montaner i Simon la fundaron Ramon Montaner i Vila y Francesc Simon i Font en 1861, haciendo que llegase a destacar tanto por su volumen de producción, como por la calidad de sus publicaciones. También apostaron por idear un negocio que uniese arte e industria, de ahí que el proceso de mecanización de toda la producción fue paralelo a que se le diese gran importancia al detalle artístico y al lujo de las encuadernaciones. Una de sus producciones más populares fue el Diccionario enciclopédico hispano-americano de ciencias, artes y literatura, que según se explica era la obra que cualquier burgués tenía que tener obligatoriamente en su biblioteca.

Con la desaparición de los fundadores el negocio fue decayendo poco a poco hasta que, en los años 50,  tomó las riendas José María González Porto, que ya había trabajado para la editorial desde América Latina, consiguiendo reflotarlo. Tras su muerte, la editorial se mantuvo abierta pocos años más, hasta que cerró definitivamente.

El edificio

Aunque desde su creación, la Editorial Montaner i Simon había pasado por diferentes lugares de Barcelona (la calle comtesa de Sobradiel, la Rambla Catalunya o la calle Casanova), no fue hasta 1879 cuando Ramon Montaner encargó al hijo de su hermana Maria, un joven Lluís Domènech i Montaner,  la construcción del edificio que ocuparía de manera definitiva. Un lugar, además, que se convertiría en la primera construcción modernista de carácter industrial dentro de la ciudad, y que rompería con los estilos clásicos y sobrecargados que se habían llevado hasta entonces. Un edificio pionero en su género, tal y como también le ocurriría a la Casa Vicens de Antoni Gaudí con relación a las construcciones destinadas a vivienda particular.

El resultado fue un edificio de aspecto tecnológico, con extraordinarias cualidades espaciales y estructurales. El primero en utilizar obra vista dentro del ámbito urbano, y que innovaba con el uso de columnas de hierro que permitían plantas diáfanas, amplias y ligeras, aspecto que completaba la presencia de vidrio en los cerramientos, lo que incorporaba color y daba luz natural al conjunto. No obstante, el uso de materiales plenamente industriales en la construcción no evitó que la estructura siguiese la  típica de los primeros edificios de l’Eixample, de tres pisos de altura y con las habitaciones abiertas a un patio interior central.

Modernismo industrial con columnas de hierro y vidrieras con luz natural

Frente a un interior sumamente austero, la fachada se caracteriza por estar diseñada en una mezcla de estilo de arte mudéjar y medieval, tal y como se interpreta por las almenas que la coronan, y ricamente decorada. En la parte superior hay tres bustos en terracota que corresponden a Miguel de Cervantes, Dante Alighieri y John Milton (ordenados en alternancia, siguiendo criterios protocolarios), así como cuatro placas con los nombres de Malte-brun, LaFuente, Secchi y otro más cuyas letras se perdieron. Y entre los elementos simbólicos -inevitables en cualquier edificio modernista- hay un yelmo (pasado glorioso) que sirve de base a un ángel trompetero (anuncio de la llegada de una novedad), una rueda dentada (emblema de la editorial) encerrando a un ave fénix (símbolo de la Reinaxença) sobre un libro abierto y coronada por una estrella (éxito empresarial). Sobre la puerta principal se puede leer el nombre de la editorial, esculpido en letras góticas.

La Fundació Antoni Tàpies

El cierre de la editorial en 1981 comportó que el edificio quedase prácticamente abandonado y que la estructura empezase a deteriorarse, hasta que Antoni Tàpies decidió montar allí un centro para el estudio y la promoción del arte contemporáneo.

Escultura «Mitjó» de Antoni Tàpies

Entre las curiosidades que se le añadieron a la estructura original está la escultura “Núvol i Cadira” con la que se procedió a elevar la altura del edificio, que había quedado encajonado entre las paredes medianeras de los dos edificios que lo franqueaban, y una de las obras más destacadas que se conservan en el patio interior es la escultura”Mitjó”, un encargo que el ajuntament de Barcelona le hizo a Tapies en 1992 con la finalidad de que decorase la Sala Oval del MNAC. El museo, además de convertirse en un centro de referencia del arte contemporáneo, dispone de una magnífica biblioteca, ubicada en el antiguo almacén de la editorial,  y especializada en libros sobre arte moderno y contemporáneo, muchos de ellos procedentes del fondo privado de Tàpies.

Dado que el cierre de la antigua editorial comportó que se perdiese la mayor parte de la documentación y de los materiales de la empresa, la Fundación Tàpies ha iniciado una exhaustiva labor de investigación para ir reconstruyendo parte de esa historia que se perdió.

El Palau Montaner

El segundo destino de nuestra ruta está en el número 278 de la calle Mallorca esquina con la calle Roger de Llúria. Allí visitamos un edificio que albergó una de las viviendas más lujosas de la Barcelona burguesa, dado al uso de pan de oro y las aplicaciones de seda que todavía se pueden ver en la decoración interior.

Vista panorámica del Palau Montaner

Se trata del palacete que Ramon Montaner mandó construir a Josep Domènech i Estapà para convertirlo en su vivienda familiar, ya que unos años antes ese mismo arquitecto había construido otro edificio similar para su socio Francesc Simon (el Palau Simon, actualmente ya desaparecido), justamente en el terreno colindante. Una obra que, por desavenencias varias entre el contratante y el contratista, acabaría también su sobrino Lluís, quien se encargaría principalmente de la decoración y los acabados, debido a que la estructura estaba prácticamente finalizada.

El edificio

Es un edificio unifamiliar de planta rectangular, con la fachada principal junto a la calle y un  jardín lateral, estructura típica de las primeras mansiones residenciales que se construyeron en Passeig de Gràcia y que diferían de las que habitualmente tenían el jardín frente a la fachada principal. Junto al Palau Simon, con una estructura prácticamente gemela, ocupaba todo el lado mar del cuadrante de la calle Mallorca, entre Roger de Llúria y Pau Claris.

La fachada llama poderosamente la atención por los mosaicos vidriados y los elementos policromados con reflejos metálicos que la decoran que, siguiendo con la tendencia modernista del simbolismo, representan la profesión del propietario de la vivienda a través de la imprenta y los libros. Interesante el águila de piedra que hay en el friso de la entrada principal y los trabajos de forja de la cancela exterior, donde se distingue una serie de figuras de abejas.

Detalles del vestíbulo

Pero es el interior del edificio el lugar que verdaderamente te obliga a lanzar una exclamación de admiración, donde alucinas con los trabajos en piedra y ebanistería. Nada más acceder al vestíbulo principal te sumerges en el ambiente de un palacio del medievo, rodeado de criaturas fantásticas y mitológicas como leones o dragones entre otras. Sencillamente impresionantes la escalera noble, la claraboya superior y el conjunto de cuatro esculturas que te dan la bienvenida y te ofrecen sal, agua, vino y pan, en señal de hospitalidad.

La Casa Thomas

Y nuestro último destino, en el número 291 de la calle Mallorca, a pesar de sonar a propiedad de un gentleman británico perteneció a uno de los impresores y fotograbadores más importantes de su momento, nacido en Barcelona e hijo de un maestro mayor de obras catalán, llamado Eudald Tomás.

Partes del edificio construidas a finales del siglo XIX
Ampliación de principios del siglo XX

Se trata del edificio en estilo neogótico que Josep Thomas i Bigas encargó construir a su futuro consuegro Lluís Domènech i Montaner (su hijo Josep se casaría con la hija del arquitecto, Maria Assumpció),  para convertirlo en vivienda familiar y sede de su empresa de fotograbado, una de las técnicas más pioneras del momento. Aunque sus inicios en el mundo de la impresión fueron en la Societat Heliogràfica Espanyola, fundada en 1875, no fue hasta 1880 cuando decidió abrir su propio negocio, que convertiría en una de las imprentas más grandes de Europa, especializándose en la impresión de carteles publicitarios (Ramon Casas), postales y guías turísticas.

Una buena parte del fondo fotográfico de la desaparecida empresa de fotograbado se conserva en l’Arxiu Històric Fotogràfic de l’Institut d’Estudis Fotogràfics de Catalunya.

El edificio

La casa original constaba de una planta y un subterráneo dedicados al taller de litografía, y un primer piso en donde estaba la vivienda del propietario. En el año 1912, sobre el edificio original se levantaron tres plantas más, dando lugar al edificio de vecinos que conocemos hoy en día, de cuya obra se encargó -siguiendo con los enlaces familiares- el yerno de Domènech i Montaner, Francesc Guàrdia i Vial, que se había casado con su hija Dolors. La casa pasó de ser una vivienda unifamilar, a un edificio de viviendas.

Detalles en marquetería del edificio original

En la actualidad, el espacio destinado a las oficinas y a la zona de los talleres lo ocupa la tienda de muebles Cubiñà, también centenaria, y que ha conservado algunos elementos del edificio original como los suelos hidráulicos, las cerámicas de pared, la antigua chimenea, las vidrieras policromadas y las divisiones de espacio hechas con vidrio y madera trabajada, que mantienen la estructura típica de los despachos de la época modernista.

Por cierto, imprescindible completar la visita accediendo al vestíbulo y a la escalera interior por la que se sube a los diferentes pisos del edificio. ¡Espectacular!

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