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LA PLAÇA REIAL, UN ÁGORA DE VIDA TURBIA QUE SE HA VUELTO CHIC

Cuando oyes hablar de la Plaça Reial a personas que no suelen bajar más allá de la Plaça Catalunya, te das cuenta de lo desconocida que continua siendo Barcelona para los propios barceloneses. Lo más normal es que te digan que es un lugar que parece ser que ha mejorado, pero que continúa siendo poco recomendable acercarte hacia allá. Supongo que todavía plana el recuerdo de haber sido un lugar donde convergía la podredumbre de los vicios insanos, los bohemios transgresores del orden establecido, y los turistas de mochila y pandereta que no disponían de medios para alojarse en otro lugar de la ciudad.

Tengo una amiga americana que, a los dieciocho años, se tomó un año sabático previamente a su incorporación a la universidad, y decidió realizar un tour por diferentes países de Europa. Cuando recaló en Barcelona, de acuerdo a las recomendaciones de una guía para mochileros, eligió una pensión de la Plaça Reial para alojarse. Según nos explica (aunque ahora se ríe de ello), fue tal el sentimiento de desesperación que tuvo al sumergirse en aquel ambiente, que solo tenía ganas de huir urgentemente de la ciudad y no regresar nunca más a ella.

Tengo que reconocer que personalmente conocía muy poco sobre ella.

Sabía que es la plaza porticada más famosa de Barcelona, que se urbanizó sobre los restos del antiguo convento de los capuchinos de Santa Madrona y que está hermanada con la plaza Garibaldi de México DF, en agradecimiento de esa ciudad por la campaña solidaria que movilizó Barcelona como consecuencia del terrible terremoto que sufrieron en 1985.

Por propia curiosidad, me había informado sobre la historia de Fructuós Canonge. Canonge, nacido en Montbrió del Camp, fue un limpiabotas que trabajó en el número 18 de la plaza, en donde hay un letrero que nos recuerda el lugar. Debido a una serie de líos revolucionarios poco claros fue condenado a trabajos forzados en ultramar, concretamente en la isla de Cuba. Transcurrido los seis años de condena, regresó a Barcelona convertido en prestidigitador y mago. Fue tal la fama que alcanzó con esta nueva profesión que, incluso, llegó a actuar ante al rey Amadeo I, permitiéndose bromear ante él y realizar algunas críticas políticas, enmascaradas en medio de sus trucos. En la calle del Pas de l’Ensenyança, travesía que concecta el carrer Ferran con la plaça de Sant Miquel, se puede ver un retrato de él.

También había oído que la plaza ha tenido algunos vecinos célebres, relacionados con el mundo del arte y la farándula, como el cantautor Lluis Llach, los escritores Gabriel García Márquez y Maria Aurelia Capmany, el coreógrafo Lindsay Kemp y el rey de la movida underground de finales de los setenta, el polifacético pintor José Pérez Ocaña y sus «compis», entre los que se encontraba Nazario, pintor que todavía vive y que fue el autor del polémico cartel de la Mercè del 1999.

Plaça Reial
Hermanamiento con la Plaza Garibaldi de Méxido DF

¡Ah!… Y, por supuesto, no puedo dejar de mencionar las dos farolas de Gaudí. Pero poca cosa más.

Plaça Reial
Farolas diseñadas por Antoni Gaudí

No obstante, desde que conocí la Fundación Setba, entidad cultural que ocupa uno de los pisos más emblemáticos de la plaza y asistir a algunas de sus conferencias y exposiciones, ya puedo presumir de saber algunas cosas más sobre ese maravilloso lugar de Barcelona, repleta de historias y divertidas anécdotas. Por cierto, el nombre de Setba tiene una curiosa explicación. Es un juego de palabras derivada de los siete balcones que se abren con vistas a la plaza: Set corresponde al número de balcones, y ba a las dos primeras letras de la palabra balcones.

Resulta ser que la plaza tiene forma trapezoidal en lugar de cuadrangular, tal y como parece a simple vista. A pesar de su parecido a las plazas porticadas de algunos lugares de Castilla, es de inspiración francesa y guarda un gran paralelismo con la antigua Place Royale de Paris. Es la única plaza porticada de España decorada con palmeras, que además tienen la virtud de haber ayudado a asentar los cimientos con sus largas raíces, lo que ha facilitado que los edificios que la rodean tengan unos amplios sótanos. En el proyecto inicial, el lugar que ocupa actualmente la fuente de hierro de las Tres Gracias (las diosas Eufrosine, Aglae y Talía, protectoras de las artes), estaba destinado a un monumento ecuestre dedicado a los Reyes Católicos, pero que no llegó a buen puerto. Inicialmente se instaló un surtidor luminoso, considerado un antecedente de la Font Màgica de Montjuïc, pero finalmente fue sustituido por la fuente actual, un modelo estándar adquirido en la fundición parisina de Antoine Durenne, que costó 11.000 pesetas de la época (aproximadamente 66€).

Plaça Reial
Font de les Tres Gràcies

La plaza fue la primera zona próxima a la Rambla que se urbanizó con «cara y ojos» tras la quema de conventos y la Desomartización. Rápidamente se convirtió en una de las zonas con comercios más elegantes y caros de la ciudad. Por mencionar algunos, la joyería la Isla de Cuba, el Café Español y la sastrería Furest, la primera tienda de esta emblemática marca que tuvo en Barcelona y que después se trasladaría a su actual ubicación en el Passeig de Gràcia. La plaza está conectada con la Rambla a través del Passatge Bacardí, edificado en 1860 en estilo neoclásico de inspiración francesa, convirtiéndose en la primera galería comercial cubierta de Barcelona, donde abrieron diferentes tiendas exclusivas y de lujo estilo a los bulevares parisinos. Con la urbanización del Eixample el glamour abandonó la plaza que fue sustituido, poco a poco y a lo largo de los años, por la creación artística y los movimientos culturales.

Durante los años setenta y ochenta vivió una etapa turbia donde la decadencia, las tribus urbanas y la delincuencia se hicieron dueñas del espacio que llegaron a definirla como la sala de estar de los que no tienen sala de estar en sus casas. Para evitar «reuniones sociales peligrosas» los bancos de la plaza, que en un principio se habían colocado formando grupos para facilitar el diálogo, se fueron separando y eliminando progresivamente.

Diferentes intervenciones «quirúrgicas», mejoras urbanísticas y una campaña de limpieza de imagen, promocionándola como un lugar de encuentro y fiesta, han hecho que haya vuelto a recuperar cierto glamour. A la inauguración del primer hotel-boutique de Barcelona, se le debe añadir la ampliación de la oferta de bares de copas, incorporando a los de toda la vida otros mucho más modernos, que han combinado el ambiente chic con otro más bohemio.

Plaça Reial
Porches cubiertos de la plaza

Por cierto, para constatar la importancia que está recobrando la plaza entre los lugares de vida cosmopolita de Barcelona, vale la pena mencionar ejemplos como el de la empresa TechCrunch, que durante el primer encuentro de emprendeduría tecnológica que ha organizado en Barcelona eligió el Bar Ocaña para celebrar la fiesta de cierre del evento. Un verdadero incentivo.

Plaça Reial
Placa en la casa de Ocaña
Plaça Reial
Cartel de la película dedicada a José Pérez Ocaña y cartel de la Mercè 99, obra de Nazario Luque.
Plaça Reial
Pinturas realizadas por Ocaña que se conservan en las paredes de la Fundació Setba

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