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CLAUSTRO, OCAS, LEYENDAS, GREMIOS Y BANQUEROS

Una vez hemos acabado de observar con detalle el conjunto escultórico que nos recuerda el triste final de los mártires de la independencia, hacemos un giro de 180º sobre nosotros mismos y nos encontramos ante una nueva puerta de la catedral, cuya parte superior, desde hace mucho tiempo ya, está cubierta por una lona verde que nos hace pesar que se encuentra en permanente estado de restauración. Es la puerta de Santa Eulalia, desde la que podemos acceder al claustro de la Catedral. Lamentablemente, debido a la lona que la protege, no podemos ver la imagen de la santa que hay en el tímpano.

La puerta de Santa Eulàlia desde donde se accede al claustro

Aunque los claustros siempre suelen ser lugares de silencio y reposo, en el caso del de la Catedral de Barcelona, además de los numerosos visitantes con los que nos cruzamos, oímos un graznido profundo que nos llama la atención. Ante nuestra sorpresa vemos numerosas ocas que son el objetivo de las cámaras fotográficas de los sorprendidos turistas que las están observando. Si nos molestamos en contarlas, alcanzaremos la cifra de 13. Y si somos supersticiosos nos preguntaremos ¿el número de la mala suerte? Dos leyendas nos dan la respuesta.

El porqué de su existencia no es más que un homenaje a unas antecesoras suyas que pertenecían a un guardián que vigilaba las obras de la catedral al inicio de su construcción. Ante la visita de unos “amigos de lo ajeno”, que querían quedarse con herramientas y dinero destinado a las obras, empezaron a graznar de manera desesperada, consiguiendo dar la “voz de alarma” y evitando el robo. Desde entonces se ganaron el honor de poder estar de manera permanente en este lugar.

Las ocas que representan los años que tenía Santa Eulàlia cuando murió

La respuesta al porqué de su número (13) nos la da otra leyenda y, en este caso, directamente relacionada con la multitud de historias que se cuentan en la ciudad sobre Santa Eulalia, que iremos desgranando poco a poco a medida que un poco más adelante realicemos otra nueva ruta, que centraremos en visitar la geografía Eulaliana en Barcelona, y que nos llevará a recorrer diferentes lugares del barrio de Sarrià y del barrio gótico.

Eulalia era una jovencita que pertenecía a una familia de senadores romanos. Sus padres, Fileto y Leda, vivían en una quinta que la tradición sitúa en el actual barrio de Sarriá, y más concretamente en el lugar conocido como «dessert». Cuando tenía 13 años, el nuevo gobernador romano Daciano estableció que todos los seguidores de la nueva fe cristiana tenían que ser eliminados. Ante este hecho, Eulalia que se había convertido al cristianismo, sin decir nada a nadie, decidió ir a ver al gobernador para exponerle lo que pensaba sobre la nueva orden. Una vez finalizada la entrevista, fue tal la irritación del gobernador antes la insolencia de la niña, que ordenó apresarla y que se le aplicase un castigo ejemplar. Eulalia, a quien, según la leyenda, tiempo atrás se le había aparecido un ángel que la puso sobre aviso de su futura santidad, fue condenada a sufrir, no uno, sino trece martirios, uno por cada uno de los años que había vivido. De ahí el número de ocas que podemos ver.

Dejando las leyendas y volviendo al lugar en el que nos encontramos, tenemos que destacar diferentes cosas que nos van llamando la atención. En primer lugar, la cantidad de enormes palmeras, plantas y magnolios que hay en su jardín central, lo que le da un aspecto sombrío y húmedo, muy agradable para los calurosos días de verano.

Placa de gremio

En segundo lugar las sepulturas que encontramos a nuestros pies, y que lucen escudos e insignias de los diferentes gremios que había en la Barcelona medieval. Pertenecen a miembros de esos gremios, que por su colaboración en el sostenimiento económico de la catedral se ganaron el privilegio de ser enterrados en un lugar tan emblemático.

En uno de los ángulos del patio central, rodeada por una reja con una puerta de acceso, hay una fuente coronada con una pequeña estatua de San Jorge a caballo matando el dragón.

Justo al lado, en medio del estanque donde viven nuestras amigas las ocas, hay otro surtidor. Es una de las diferentes fuentes de la ciudad en las que el día de Corpus Christi se lleva a cabo una tradición propia de la ciudad de Barcelona: “L’ou com balla”, cuyos orígenes datan del siglo XVI. Dada la razón de ser de la fiesta del Corpus, que no es otra que la exaltación del Cuerpo de Cristo, la tradición manda que se coloque un huevo en el surtidor del agua para hacerlo girar con el movimiento del agua, sin que caiga. El efecto óptico que se produce es similar a la imagen de una Sagrada Forma.

Continuamos observando. Vemos que además de la puerta por la que hemos accedido, hay otra puerta que también comunica con el exterior; es la puerta de la Piedad que ya hemos visto durante nuestro recorrido exterior. También, justo al lado de la fuente con Sant Jordi, está la puerta de acceso al crucero de la Catedral, que está situada justamente al lado opuesto a la puerta de Sant Iu que, como ya hemos explicado anteriormente, fue la primera puerta de acceso al interior de la Catedral.

Si miramos hacia arriba, en la decoración vemos escenas tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, algunas de ellas relacionadas con “la leyenda del Árbol de la Santa Cruz”, también conocida como “la leyenda Aurea”. Recordemos que la catedral tiene como titular a la Santa Cruz, además de a Santa Eulalia, como ya se denominaba a su antecesora en época visigótica: sanctae crucis.

No podemos dejar de fijarnos en la capilla de Santa Llúcia en otra esquina del claustro. Para los visitantes poco entendidos, podemos confundirla con una pequeña construcción independiente del resto, especialmente si la vemos desde el exterior, por su predominante estilo románico, frente al gótico del resto de la catedral.

Puerta exterior de la capilla de Santa Llúcia

Para finalizar nuestro recorrido, nos fijaremos en las diferentes capillas que ocupan tres de sus laterales. Destacan los panteones de dos ilustres familias barcelonesas: la familia Sanllehy y, especialmente notable, el de la familia Girona, donde reposan los restos de Manuel Girona, que como dijimos al principio del recorrido por la catedral, fue quien financió la finalización de la fachada principal de la catedral, tal y como la conocemos hoy en día.

Dicen las malas lenguas que como era un hombre extremamente tacaño, a pesar de su inmensa fortuna, ante la petición de uno de sus empleados que se había quedado sin dientes y quería ponerse una dentadura postiza, contestó que “nadie la había dado el derecho de cambiar los deseos de la naturaleza”

La escultura sobre la tumba representa a las tres virtudes: fe, esperanza y caridad.

Capilla donde está enterrado Manuel Girona

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