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BARCELONA Y EL CHOCOLATE COMO HILO ARGUMENTAL | PRIMERA PARTE

Nota: artículo revisado y actualizado con fecha 30 de octubre de 2023.

Chocolate como hilo argumental | Desde pequeña una de mis grandes pasiones, cuando paseo por Barcelona, ha sido pararme frente a los escaparates de las pastelerías y observar su interior. En consecuencia, y evidentemente, una de las películas que nunca me canso de volver a ver es Chocolat.

Hace un tiempo que quería escribir un post sobre ese tema, ya que Barcelona da mucho de sí, y este pasado sábado tuve la excusa perfecta para ponerme a trabajar en ello.

Participé en una de las últimas actividades que han organizado en el Museu de la Xocolata, donde recreaban los encuentros sociales de la Barcelona del siglo XVIII, en los que se invitaba a los asistentes a degustar un exquisito chocolate amb melindros, mientras se amenizaba la reunión social con música de fondo.

En este caso la amenización musical fue a cargo de un cuarteto de cuerda, que interpretó un programa de música barroca. Una performance que no hubiese desagradado a un famoso barcelonés apasionado del chocolate, como fue nuestro querido Baró de Maldà, del que hablaremos un poco más adelante, y que le dio nombre a la actividad.

Qué mejor momento se puede elegir para hablar de un tema como éste, que a las puertas del solsticio de invierno, y a escasos días de las celebraciones navideñas. ¡Pues vayamos allá!

El primer paso que no te puedes saltar, si quieres visitar lugares relacionados con esta delicatessen en Barcelona, es ir a visitar el Museu de la Xocolata. Te ayudará a situarte en el tiempo, y a aprender mucho sobre el origen del cacao, su llegada a Europa y su desarrollo industrial, además de ofrecerte la posibilidad de degustar un excelente chocolate en su cafetería.

No todo el mundo sabe hacer un buen chocolate, y creo que el que preparan en la cafetería de este museo es uno de los más exquisitos de Barcelona. Por algo son profesionales del sector. Lo descubrí hace tiempo, y he repetido en diferentes ocasiones.

Museo del chocolate en Barcelona
El mejor chocolate a la taza de Barcelona

Parece ser que a lo largo de la historia, el puerto de Barcelona ha sido un lugar estratégico en el comercio del cacao por Europa y, si la leyenda es cierta, es la primera ciudad europea en la que el cacao tocó tierra por primera vez en el viejo continente. Dicen que cuando Colón recaló en Barcelona, a su regreso de América, se trajo con él algunas vainas y granos de ese producto.

El alimento de los dioses aztecas y llegada a Europa

Según la mitología azteca, el cacao fue un regalo que recibieron del dios Quetzalcoatl, que después de ser expulsado del Paraíso promedió regresar.

Dice la leyenda, como muchos ya sabréis, que cuando Hernán Cortés llegó a las costas de México, el emperador de los aztecas, Moctezuma, pensó que era ese dios que regresaba y lo recibió con todos los honores, dándole a beber en un vaso de oro el “alimento de los dioses”. Así fue como los primeros europeos entraron en contacto con esta bebida, por primera vez.

La bebida indígena original era amarga y picante, pero aportaba energía y vitalidad. Los religiosos que viajaron a América, concretamente las monjas del convento de Oaxaca en México fueron las que la adaptaron a los gustos de los europeos, y mejoraron la receta añadiéndole miel, vainilla, canela y anís.

Siguiendo con las diferentes hipótesis que hablan de cómo la bebida llegó a Europa, ahí es donde interviene otro religioso, Fray Jerónimo de Aguilar, monje cisterciense que envió por primera vez a España, en 1534, la fórmula para la elaboración del chocolate. Su receptor fue el abad del Monasterio de Piedra, Antonio de Álvaro.

La Iglesia adoptó rápidamente este nuevo alimento que, inicialmente, consideró como un reconstituyente y cuyo consumo no rompía el ayuno de los religiosos. Queda documentada la existencia, en algunos monasterios, de una pequeña estancia, próxima al claustro, donde se degustaba el chocolate, y que se conocía con el nombre de chocolatería.

Retablo: Monjes preparando chocolate
Monjes preparando chocolate. Foto: reproducción del retablo original

Una bebida de reyes

El siguiente paso para popularizar la bebida fue atribuirle virtudes afrodisíacas y considerarlo un brebaje de amor, a la vez que las recetas se iban mejorando. Ahí fue cuando se convirtió en la bebida oficial de los monarcas y de la corte castellana.

Es en ese momento cuando el chocolate se incorpora al protocolo social y a los rituales palatinos relacionados con el arte de recibir. Se diseña un acto conocido como “complimento”, en el que las damas de la Corte agasajaban a sus invitados, ofreciéndoles una taza de chocolate junto a diversos dulces, tales como galletas, panes azucarados o pastas de leche. A partir de ese momento esa costumbre social empezó a transformarse en la tradicional chocolatada.

Este modelo de encuentro social fue exportado a la corte francesa por la infanta Ana de Austria, hija del rey Felipe III, al convertirse en reina consorte de Francia, y a la corte vienesa por el emperador Carlos VI, tras abandonar Barcelona y regresar a Viena.

Una vez incorporado definitivamente el chocolate entre los alimentos de las clases altas, a finales del siglo XVIII, en la corte de Versalles, se pusieron de moda pequeños trocitos de chocolate que se podían degustar a cualquier hora del día. Se les llamó “bon bon” por considerarlos «dos veces buenos». ¿Supongo que los habréis identificado?

Ya en el siglo XIX, la Revolución Industrial dio un impulso a su fabricación masiva, y aparecieron las tabletas que han llegado hasta la actualidad.

Barcelona fue la primera ciudad del estado en tener un obrador de esas características.

Una ruta por Barcelona en busca del preciado tesoro

Y una vez situados en el tiempo, nos vamos a mover en el espacio y recorreremos diferentes lugares de Barcelona que, por uno u otro motivo, tienen o han tenido que ver con la historia del cacao y sus elaboraciones en la ciudad.

Museo del Chocolate Barcelona
Cuadro en el Museu de la Xoxolata

El Museu de la Xocolata

Como os he dicho no dejéis pasar la oportunidad de visitar el Museu de la Xocolata. Está ubicado en el Convent de Sant Agustí y, tal y como lo definen en su propia página web: «es un edificio histórico que ya tuvo relación con el chocolate en el siglo XVIII, ya que el ejército borbónico, que lo ocupaba, era un fanático consumidor del producto.»

Según las ordenanzas, el chocolate se servía en todos los menús de las academias militares, y estaba estipulado que para el desayuno, tanto a los cadetes como a los oficiales de cada compañía, se les tenía que dar una onza y media de chocolate con un cuarterón de pan.

Al cuerpo de alabarderos, que eran la guardia personal del monarca y un cuerpo de élite, se les conocía con el apodo de los “chocolateros” por la cantidad de chocolate que consumían.

Museo del Chocolate Barcelona
Museu de la Xocolata al carrer Comerç, junto al Born

Después de ir a recorrer el Museu de la Xocolata, propongo seguir la ruta visitando algunos edificios de Barcelona que, por una y otra razón, están relacionados con el hilo argumental que nos gruía en este post.

El más próximo al Museu de la Xocolata es un edificio que hay en la calle Flassaders. Es el local que ocupaba la antigua Fábrica de Dulces P. Maurí, sobre cuya puerta todavía se conserva el letrero. En el interior del restaurante se conserva una báscula y algunas máquinas antiguas que se usaban para fabricar chocolate.

La fábrica de Dulces P. Maurí se instaló en ese local en 1926; un espacio que ya se había dedicado a la elaboración y a la venta de dulces desde 1840. En 1943, los propietarios de la fábrica, la familia Mauri, compraron uno de los palacios que actualmente forman parte del Museu Picasso.

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El Palau Maldà

Nuestro próximo destino es el Palau Maldá, también conocido como Casa Cortada, un lugar de Barcelona donde el chocolate tuvo una gran importancia para uno de sus primeros propietarios: el noble barcelonés Rafael de Amat de Cortada y Sentjustí, primer Barón de Maldá y Maldanell.

En ese palacio, donde vivió la mayor parte de su vida, llevó una vida reposada y dedicada a disfrutar de los placeres de la mesa, así como a las actividades sociales propias de un aristócrata de la época, tales como bailes, recepciones y tertulias, engalanadas todas ellas de un gran ceremonial.

Es de sobras conocido que este aristócrata barcelonés tiene el mérito de haber escrito a lo largo de su vida un diario personal de sesenta volúmenes, en el que relata una crónica costumbrista e histórica de la Barcelona del siglo XVIII, y que se ha llegado a considerar como un precedente del periodismo de carácter local.

Como os debéis imaginar estoy hablando de su Calaix de Sastre, que se conserva en el Arxiu Históric de la ciutat de Barcelona.

Calaix de Sastre, una verdadera crónica social de la Barcelona de finales del XVIII y principios del XIX | Foto: Arxiu Municipal Ajuntament de Barcelona

Nunca se ha llegado a publicar por completo, solo de manera parcial. Algunas partes del diario se pueden leer en el libro de Joan de Deu Doménech “Xocolata cada dia: A taula amb el Baró de Maldá”, que nos habla de las costumbres culinarias de la época. Dedicando una parte al hábito que tenía el barón de consumir chocolate como mínimo dos veces al día, o de agasajar a sus invitados con una taza de chocolate.

El Palau Maldà, situada entre la Plaça del Pi y el carrer de Perot lo lladre, cuenta con planta baja y dos pisos.

La fachada, que es de piedra, presenta un encintado típico de las construcciones de esa época. Los portales arqueados dan acceso a las Galerías Maldá, que se inauguraron en 1942.

La planta baja ocupa lo que habían sido las caballerizas y los jardines. Los pisos superiores, que ocupaban los salones y las alcobas de los residentes, tras la Guerra Civil se compartimentaron y se transformaron en viviendas. A través de unas antiguas escaleras se accede a una sala acondicionada como teatro: el Círcol Maldà.

Fue nieto, por vía paterna, de un militar al que por su tendencia felipista se le concedió el título de Marqués de Castellbell. Fue sobrino del virrey del Perú, Manuel d’Amat i de Junyent, que tras regresar a Barcelona mandó construir un suntuoso palacio en La Rambla, que pasó a la historia como el Palacio de la Virreina, ya que allí fue donde residió su joven viuda, Maria Francesca de Fiveller y de Bru. Se casó con su prima hermana, Maria Esperanza de Amat y de Rocabertí, hija del II Marqués de Castellbell, y fue por vía materna cómo heredó la Baronía de Maldà y Maldanell.

Algunas curiosidades de la biografía del Baró de Maldà

La Casa Amatller

Y siguiendo con nuestra ruta, dejamos atrás las historias y curiosidades del Palau Maldà, y nos vamos paseando hacia otro de los edificios de Barcelona que mucho tienen que ver con nuestro hilo argumental. Llega el turno para hablar de la Casa Amatller. Otro lugar en el que el chocolate formó parte de la actividad económica de la familia que le dio nombre.

Como curiosidad, os diré que si te paras delante de la fachada de la Casa Amatller a hacer fotografías, te pasarán dos cosas.

Por un lado, te sorprenderá la magnífica escultura de Sant Jordi que hay en un lado de la puerta principal, y que considero es uno de los más espectaculares de Barcelona.

Por el otro, gira la vista hacia tu derecha. Verás como diferentes turistas que están absolutamente abducidos frente a la fachada de la Casa Batlló, te mirarán sorprendidos, con cara de preguntarse: «y ésta ¿qué está fotografiando?«. Siempre me ha llamado la atención como muchas personas que acuden a visitar la Casa Batlló no tienen ni idea de la joya que tienen a su lado, y no le prestan atención a la espectacularidad de la Casa Amatller.

Chocolates Amatller es la marca de chocolates más antigua de España que todavía se mantiene en activo. Conserva una interesante colección de pósters y cromos promocionales de la empresa, debido a la inclinación del propietario por el arte.

Aunque la casa nos puede recordar los edificios típicos de los Países Bajos, dicen los expertos que tiene muchos elementos del gótico catalán. En honor al oficio de su propietario, el arquitecto Josep Puig i Cadafalch coronó la estructura de la reforma con un tejado a modo de tableta de chocolate.

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Antoni Amatller Costa fue un maestro chocolatero, formado en Suiza y en Bélgica, que procedía de una familia dedicada a ese oficio desde 1797. Entre sus aficones estaba la fotografía y el coleccionismo de arte.

Pinceladas sobre quién fue Antoni Amatller

Y para no ser demasiado «empalagosa» con tanto chocolate, aquí acabo la primera parte de mi ruta por los “dulces lugares de Barcelona”. Aprovecharé el break para seguir consultando las interesantes aportaciones que estoy encontrando en el red, y que quiero compartir con todos vosotros.

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